martes, 29 de septiembre de 2009

Con ganas de invierno.

Te despiertas cada mañana con ganas de enredarte de nuevo entre las sábanas por el calorcito, desayunas un capuccino cremoso y calentito que te haga suspirar de placer, vas al instituto y te pasas toda la mañana al lado del calefactor mientras miras por la ventana como las gotas caen y se estrellan contra el suelo, llegas a casa y te pones el pijama calentito con esos calcetines gordos de lana que tanto te gustaban de pequeña, haces los deberes mientras meriendas esas galletas que tanto te gustan con sabor a naranja y cuando llega la noche sólo puedes suspirar de cansancio y hundirte entre los edredones para buscar ese lugar que tanto te gusta: tus sueños.


Y claro... este sería un bonito invierno pero si no estás tú... ¿qué me importa todo eso?

Yo prefiero enredarme en tu cuerpo en vez de en las sábanas, prefiero desayunarte a besos con sabor a chocolate, prefiero ir al instituto cogiendote de la mano y quedarme mirando tus ojos toda la mañana, prefiero llegar a casa y que me acurruques junto a ti y más tarde salir por ahi hasta que las narices se nos queden congeladas y las farolas estén harta de ver como nos comemos a besos y prefieor que al llegar la noche me susurres al oído que me amas y me duerma a tu lado.



Eso sí que es un invierno perfecto.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Los cuentos pueden convertirse en realidad.

Esta es la historia mágica de un principito y una princesita que vivieron muy felices.
Todo comenzó un día, hará más o menos un año, en que la princesita vio brillar los adorables ojos con esa magia de un claro de luna del principito.
Desde el primer momento se enamoró de él, podría decir que no que le ignoró pero eso sería mentir y los cuentos no son para mentir.
El caso es que la princesita cada día sentía más y más amor hacía el principito pero no se atrevía a confesárselo.
Al final consiguieron entablar una conversación y desde el primer instante hubo una conexión -no, no me refiero a ese tipo de conexiones como las USB-. Yo hablo más de una conexión entre dos personas que aunque no tengan nada que ver, se entienden y uno sabe lo que el otro piensa.
A raíz de esta conexión nació una amistad de esas de película que parece que en la vida real no existen, pero por lo menos en la mía sí.
Cada día la amistad crecía más y más –aunque en el corazón de la princesita había algo más…-. Al final se acabaron convirtiendo en los mejores amigos, y la princesita comenzó a darse cuenta de que amaría toda su vida a ese príncipe porque ahora que lo conocía bastante, la princesita se había dado cuenta de que él no había tenido una vida como él la habría soñado… Sus padres eran separados y aunque le querían mucho, muchísimo él necesitaba cariño mucho cariño. Además los niños que se relacionaban con él no lo querían, sólo unos poquitos lo comprendían y querían.
Y claro la princesita se dio cuenta de todo esto y simplemente quiso abrazarle y demostrarle todo lo que él significaba para ella, y además estaba dispuesta a hacerlo feliz durante el resto de su vida.
Poquito a poquito, el principito se empezó a dar cuenta de esto y se enamoró de la princesita en seguida.
Y bueno… como suele decirse fueron felices y comieron perdices.
- Mamá, ¿sabes? Ese es mi cuento favorito –dijo sonriendo con su carita de angelito y los ojos tan parecidos al principito de la historia.
- Muchas gracias mi principito, pero te diré un secreto… No es un cuento, es una historia real – le sonreí con mi mejor sonrisa.
Así le enseñé a mi nuevo principito que los cuentos dejan de serlo cuando luchas por ellos con todas tus fuerzas aunque seas pequeñito y débil.